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20 de Noviembre de 2025 | 08:55
Opinión

El papel del sistema tributario en los proyectos juveniles, según el enfoque estudiado por Susana de la Puente

La banquera de inversión y exvicepresidenta de J.P Morgan para Latinoamérica, Susana de la Puente, examina cómo el diseño tributario condiciona la capacidad de los jóvenes para iniciar y fortalecer sus proyectos, y cómo ciertos incentivos pueden orientar esos desafíos hacia un escenario de crecimiento y creatividad empresarial.

El emprendimiento juvenil es un componente clave para la competitividad futura. Sin embargo, el entorno donde nacen estos proyectos marca de forma decisiva su capacidad de avanzar. Entre los factores que más influyen se encuentra la carga fiscal, cuyo diseño puede ser un motor o un obstáculo durante las etapas más sensibles del desarrollo emprendedor.

Para quienes comienzan, los impuestos tempranos generan tensiones: hay obligaciones que cumplir cuando los ingresos aún son inestables y los márgenes son muy reducidos, advierte Susana de la Puente. Esta presión compromete la viabilidad de iniciativas emergentes y afecta a todo el ecosistema, limitando innovación, atracción de talento y creación de empleo. Resulta contradictorio que un sistema que impulsa la creación de empresas termine imponiendo barreras a quienes todavía buscan consolidarse.

Primer tema: El peso de la carga fiscal en las primeras etapas

Durante los primeros pasos de un emprendimiento, cada recurso importa. La carga fiscal puede condicionar decisiones estratégicas, afectar la inversión inicial y limitar el crecimiento orgánico.

El cumplimiento de impuestos desde el primer mes, sumado a cotizaciones sociales e impuestos sobre actividades económicas, reduce la liquidez disponible para reinvertir, innovar o contratar. Esa presión incrementa el riesgo de cierre prematuro y afecta la percepción del emprendimiento como alternativa profesional viable para los jóvenes.

A ello se suma la complejidad administrativa: gestionar impuestos y obligaciones requiere conocimientos técnicos o asesoría externa, encareciendo la operación. Desde la óptica de inversores o gestores de capital, estas dificultades aumentan el riesgo percibido y dificultan el acceso a financiamiento.

Susana de la Puente sostiene que este peso fiscal inicial actúa como un filtro: sobreviven quienes cuentan con mayor resiliencia financiera, mientras que proyectos prometedores quedan rezagados.

La fiscalidad como herramienta para estimular la innovación

Bien diseñados, los incentivos tributarios alivian la presión y permiten redirigir recursos hacia actividades de alto valor, facilitando experimentación, aprendizaje y crecimiento.

Existen medidas útiles: deducciones por I+D, bonificaciones a la contratación de jóvenes y regímenes fiscales que reducen impuestos para startups en sus primeros años. Estas políticas mejoran la liquidez y disminuyen los riesgos para los inversores, facilitando el acceso a capital. Países como Reino Unido aprovechan este enfoque con esquemas atractivos para la inversión en startups.

Un sistema de incentivos coherente genera un efecto multiplicador: diversifica el ecosistema, impulsa soluciones tecnológicas y favorece la internacionalización. También promueve empleo cualificado y consolida un tejido empresarial más competitivo y resistente, algo que, según Susana de la Puente, resulta esencial para que los jóvenes conviertan ideas en proyectos escalables.

Susana de la Puente y la comparación internacional de modelos fiscales

Las diferencias entre países son notables. En Europa, Reino Unido ofrece deducciones y créditos por innovación y capital semilla; Francia combina ayudas directas y regímenes como el de la Jeune Entreprise Innovante, que reduce cargas sociales y apoya actividades de desarrollo tecnológico, señala la banquera peruana.

España, en cambio, mantiene un marco más rígido. Aunque ha incorporado medidas como la Ley de Startups, los beneficios siguen fragmentados y sujetos a condiciones que dificultan su aprovechamiento, afectando tanto la inversión como la estabilidad de los proyectos emergentes.

Fuera de Europa, Estados Unidos destaca por su flexibilidad normativa y deducciones orientadas a la I+D. Programas como el SBIR ofrecen apoyo directo, aunque requieren experiencia para gestionarlos, lo que puede ser un reto para emprendedores jóvenes, explica Susana de la Puente.

En América Latina, países como República Dominicana o Chile avanzan con políticas que reducen barreras iniciales y promueven la innovación, buscando fortalecer proyectos jóvenes y su proyección internacional.

En conjunto, los países que combinan incentivos fiscales, acceso a formación, financiamiento y trámites simples construyen ecosistemas más dinámicos y propicios para el emprendimiento juvenil.

Los jóvenes emprendedores siguen siendo especialmente vulnerables: deben cumplir obligaciones fiscales en momentos de ingresos inciertos, lo que condiciona tanto la viabilidad de sus proyectos como la percepción del emprendimiento como una opción estable, concluye Susana de la Puente.